Texto del Evangelio (Lc 2,33-35): En aquel tiempo, el padre de Jesús y su
madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a
María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel,
y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el
alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».
Comentario: P. Abad Dom Josep Mª SOLER OSB Abad de Montserrat (Barcelona,
España).
«Una
espada te atravesará el alma»
Hoy,
en la fiesta de Nuestra Señora, la Virgen de los Dolores, escuchamos unas
palabras punzantes en boca del anciano Simeón: «¡Y a ti misma una espada te
atravesará el alma!» (Lc 2,35). Afirmación que, en su contexto, no apunta
únicamente a la pasión de Jesucristo, sino a su ministerio, que provocará una división
en el pueblo de Israel, y por lo tanto un dolor interno en María. A lo largo de
la vida pública de Jesús, María experimentó el sufrimiento por el hecho de ver
a Jesús rechazado por las autoridades del pueblo y amenazado de muerte.
María,
como todo discípulo de Jesús, ha de aprender a situar las relaciones familiares
en otro contexto. También Ella, por causa del Evangelio, tiene que dejar al
Hijo (cf. Mt 19,29), y ha de aprender a no valorar a Cristo según la carne, aun
cuando había nacido de Ella según la carne. También Ella ha de crucificar su
carne (cf. Ga 5,24) para poder ir transformándose a imagen de Jesucristo. Pero
el momento fuerte del sufrimiento de María, en el que Ella vive más
intensamente la cruz es el momento de la crucifixión y la muerte de Jesús.
También
en el dolor, María es el modelo de perseverancia en la doctrina evangélica al
participar en los sufrimientos de Cristo con paciencia (cf. Regla de san Benito, Prólogo 50). Así ha sido durante toda su vida, y, sobre todo, en el
momento del Calvario. De esta manera, María se convierte en figura y modelo
para todo cristiano. Por haber estado estrechamente unida a la muerte de
Cristo, también está unida a su resurrección (cf. Rm 6,5). La perseverancia de
María en el dolor, realizando la voluntad del Padre, le proporciona una nueva
irradiación en bien de la Iglesia y de la Humanidad. María nos precede en el
camino de la fe y del seguimiento de Cristo. Y el Espíritu Santo nos conduce a
nosotros a participar con Ella en esta gran aventura.
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